22 nov 2012

Leyendas


-Hay una leyenda sobre este árbol – dijo él interrumpiendo mis pensamientos y obligándome a volver la cara y mirarle, él seguía mirando el árbol. Volví la mirada a las ramas, al mismo sitio donde él miraba y le di un apretón en la mano.
-¿Te la sabes? – Él dijo que sí. - ¿Me la cuentas?
-Dicen que hace mucho tiempo, había don jóvenes muy pobres pero muy enamorados. Por culpa de la situación de sus familias ninguno de los padres querían que estuvieran juntos, pero a ellos no les importaba así que una noche se escaparon. No tenían nada que perder pues pero de cómo era su vida no iba a poder ser. Se equivocaron, al no tener ni una casa donde cobijarse ni dinero, pasaron a la intemperie muchas noches aguantando el frío, las lluvias y los ataques de los animales salvajes.  
Una noche ella se puso muy enferma, tenía fiebres muy altas y no dejaba de temblar. Los delirios que le provocaba la fiebre hacían que él no pudiera distinguir cuando era su amada y cuando era su alma consumida por el dolor. Desesperado decidió volver a casa y pedir ayuda. Muchos médicos fueron a verla, a pesar de ser una familia pobre eran muy honrados y trabajan en muchos sitios así que los médicos trataron de ayudarlos por amistad. Pero la enfermedad de la muchacha era muy extraña y sólo la savia de un árbol milenario que nadie sabía dónde estaba podría curarla. 
El muchacho partió de inmediato en busca del árbol, pero no lo encontraba. Llegado al límite de sus fuerzas se desplomó en las raíces de un árbol majestuoso y empezó a llorar y rezar. “Por favor, permítete encontrar ese árbol, déjame salvarle la vida y después haré lo que sea, llévame a mí en vez de a ella, está así por mi culpa, ella es buena y tiene un corazón dulce, hará muchas cosas impresionante en el futuro, sé que lo hará. No puedes llevártela, es muy joven, aún no pudo cumplir ni uno de sus pequeños sueños…” Lloró durante horas hasta que ya no pudo más, hasta que no le quedaron lágrimas y como no había comido ni dormido durante demasiado tiempo se quedó allí dormido. Abrió los ojos y vio una luz cegadora pero que le llenaba el cuerpo de calor y la luz empezó a hablar. “No puedo darte la salvia de un árbol que no existe, nadie lo ha visto jamás”, dijo la luz con un tono de voz profunda. “Pues conviérteme en árbol, haz de mi sangre la savia y sálvala”. La luz brillo con intensidad, no dijo nada y se extendió hasta que lo cegó por completo obligándole a cerrar los ojos. 


 A la mañana siguiente de que el muchacho tuviera el sueño, en el jardín de la casa de su amada apareció un árbol de hojas naranjas como el amanecer. Su salvia era la cura que ella necesitaba y la medicina hizo que su fiebre bajase y salvó su vida. Cuando estuvo lo suficientemente fuerte como para volver a andar salió al jardín y se quedó mirando el árbol, sus hojas, sus ramas. Empezó a llorar agarrada al tronco, sentía en su corazón que él estaba allí. Susurró su nombre y las ramas del árbol se curvaron entrono a su cuerpo. El amanecer era su parte favorita del día por el tono naranja que deja en el cielo. Dicen que la chica jamás se casó ni se mudó, siguió viviendo en aquella casa junto al árbol, la gente la veía hablar con las ramas, acariciar el tronco e incluso juran que el árbol se movía cuando ella estaba cerca. Al cabo de los años murió y en las raíces del árbol aparecieron muchas flores blancas, como la inocencia y su puro corazón.
-Un final triste, yo quería que acabasen juntos – le dije apretando su mano.
-Quiero ser tu árbol– Me dijo dulcemente y acerco su otra mano a mi mejilla – Quiero protegerte y salvarte siempre que lo necesites, estar ahí para y por ti, siempre.


-Lo siento, no puedes ser un árbol... en todo caso serías un bosque completo. - Su sonrisa hizo que el sol pareciese pequeño.

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