
Queda muuuuyyy chulo en el escritorio.
Ale, si alguien lo quiere que lo coja ^^
Escuchando: Chitti Chitti Bang Bang (Lee Hyori)
Kitou Aya nació en 1962 en una familia modesta de Japón. Su padre tenía una tienda de tofu y su madre era consultora de salud. Tenía dos hermanos. Un día, después de desarrollar una torpeza inusual en ella, acudió al médico. Después de realizar algunas pruebas de rutina, descubrieron que algo no iba bien. Era difícil de creer en una chica tan joven, solo 15 años, pero el diagnóstico no mentía. Degeneración espinocerebral.
La degeneración espinocerebral, nombre traducido del inglés, es una de las tantas enfermedades neurológicas que no tienen una causa conocida y que no tienen cura. Existen medicamentos que pueden ralentizar su desarrollo, pero la enfermedad no se rige por las mismas pautas en todos los pacientes. En el caso de Aya, el desarrollo fue muy rápido. Al principio, las órdenes que daba su cerebro para coger objetos o calcular distancias dejaron de cumplirse. Después perdió la fuerza para agarrar objetos y empezó a tener dificultades para andar y para hablar. Cuando asimiló que jamás podría volver a andar, perdió el habla y, diez años después del diagnóstico, murió.
“1 Litro de Lágrimas” es la historia de Aya desde el diagnóstico de la enfermedad hasta su muerte. Una historia real llevada a la pantalla con la propia madre de Aya como asesora. Un trabajo difícil para los actores. Un drama entrañable, triste, lacrimógeno y optimista, todo a la vez. Aya nunca se rindió. Intentó andar hasta que ya no pudo hacerlo. Intentó hablar hasta que ya no pudo emitir sonidos. Y escribió hasta el mismo día de su muerte.
Al principio de la enfermedad, el médico le recomendó escribir un diario para controlar el avance de la dolencia. La mayoría de esos diarios, y de sus poemas, están publicados en Japón, y en el drama se pueden leer algunos fragmentos.Un bebé puede sentarme cuando tiene unos ocho meses, gatea cuando tiene diez y camina cuando tiene más de un año. Yo caminaba, después gateé y ahora estoy sentada la mayor parte del tiempo. Me estoy deteriorando. Y algún día, supongo, acabaré postrada en la cama…
¿Se trata solo de que soy paciente? Hace un año, podía estar de pie, podía hablar y podía reír. Ahora no puedo caminar, por mucho que lo intente y por mucho que apriete los dientes y frunza el ceño.
“Mamá, ya no puedo caminar”, he escrito en un trozo de papel, aguantando las lágrimas. “Ni siquiera puedo mantenerme de pie sujetándome a algo”. He abierto la puerta ligeramente y se lo he dado. He cerrado rápido la puerta porque no quería que me viera la cara y sabía que sería doloroso ver la cara de mi madre.
He gateado tres metros hasta el baño. El pasillo estaba frío. Las plantas de mis pies están suaves como las palmas normales de las manos. Pero mis palmas y mis rodillas están duras como las plantas de unos pies normales. Gatear no está bien, pero no lo puedo evitar. Es el único modo que tengo de moverme…
He sentido que había alguien detrás de mí. Me he detenido y he mirado hacia atrás… Era mi madre gateando detrás de mí, sin decir nada… Sus lágrimas caían al suelo… Todas mis emociones reprimidas han explotado y he empezado a llorar.
Mi madre me ha abrazado fuerte y me ha dejado llorar todo lo que he querido. Sus rodillas estaban húmedas de mis lágrimas y mi pelo húmedo de las suyas.